martes, 21 de febrero de 2012

21. NO

No hay mejor medicina que el amor incondicional de tu pareja.

Volví a recaer, me llevaste al médico y tu madre dijo que me quedara en tu casa esos días. Nuevamente, no sabía si besarle o decirle que no me pusiera en tan difícil situación.
Viví la maravillosa rutina de tu casa, te acompañaba a la universidad, a tu trabajo, a esas tareas pendientes; cualquier pretexto era bueno para salir contigo. No podía tomarte de la mano porque tenías miedo de que nos viera algún conocido incomodo, tampoco podía abrazarte. Sólo en el coche, ocasionalmente te acariciaba la mano o la rodilla.

En mi familia, sólo mi madre sabía donde estaba yo; una tarde hablé con ella y me dijo que mi abuelo me había dejado algo de dinero, le dije que tomara algo si necesitaba sin saber cuánto era; me lo dijo y pensé: "Esto me da para vivir aquí, mientras encuentro empleo; para vivir con ella". Estaba emocionada, todo parecía más claro de repente, después de divorciarme sería totalmente libre para vivir a tu lado.

Salimos a caminar cerca de tu casa esa noche, te comenté que sería agradable vivir juntas, planeando todo; no decías nada, solo asentías con la cabeza y tratabas de cambiar de tema. Te dije que me divorciaría, que estaba pensando en la posibilidad de vivir en Guadalajara; y te dije algo parecido a esto: "sé que estas estudiando todavía, y que yo no tengo empleo aquí, pero creeme, podemos vivir juntas; no tendrás ningún problema económico y será fácil encontrar trabajo con lo que he aprendido estos años; ¿te gustaría vivir conmigo?"
Tu respuesta fue un: "sería muy bonito... pero no estamos listas". No insistí más esa noche.

Días después salimos a pasear por el centro, quería preguntarte de forma más directa, pero no me atrevía, en el kiosko era un buen lugar, frente al Teatro Degollado, entre los niños en el parque. Se iba la mañana y te invité a comer, el sitio era bueno, con el ruido de la fuente, pocas personas, algo escondido, y, a veces creo que lo esperabas, porque ese día estuviste nerviosa, no me mirabas a los ojos, estabas inquieta. Luego caminamos entre locales de artesanías, mariachis y música; y lo solté.

"Me gustaría compartir desde ahora mi vida contigo, puedo divorciarme desde aquí, no tendría que regresar, dime que aceptas vivir conmigo, prometo cuidarte, no dejarte, amarte..." -estaba temblando al decirte todo esto-; me interrumpiste para responder que tu también me amabas, que me querías mucho, pero que no te ibas a salir de tu casa, no así, querías terminar tu carrera; no estabas lista para algo serio, querías seguir con la juerga en la universidad, las salidas con tus amigas y lo que yo te pintaba era bonito, pero a largo plazo, no en ese momento.
Me quede ya no solo con la vergüenza de la primera vez; sino con un dolor por que veía que pesaba la edad más de lo que creía.

Luego de días dolida, cayendo en tu cama cuando querías y aguantando cuando no se podía; cargando el título de "amiga" con varias personas; un día salimos con tus compañeras del futbol. Amables la mayoría, hasta unos pendientes me regaló una de ellas. Al volver, te comenté la impresión que me dio cada una y te reías de lo acertado que resultaba describirlas. Fue una buena tarde aunque la sombra de Anais estaba esa tarde presente al ser amiga en común de ustedes.

Te noté mas relajada y fuimos al mercado Cultural, a un museo de artesanías y al parque ese día.
En el parque te dije que no quería regresar, yo sabía que tenías miedo de dejar lo que conocías hasta entonces, pero una palabra tuya, una promesa de que irías a vivir conmigo mas adelante (en un tiempo corto) y me quedaba. Te enfadaste, me dijiste que no querías, que no ibas a dejar lo que tenías por ahora, que no insistiera más. Que no estabas lista para dar ese paso y no sabias cuando lo estarías, que te quedaba mucho por hacer...

Esa noche decidí regresar a casa, y pasar la navidad con mi familia, te lo dije y aunque te sorprendió seguramente pensaste que era lo mejor.
También, esa misma noche comencé a tratar de olvidarte, a intentar dejar de quererte como lo hacía, y, sin planearlo, comenzaría a buscarte en otros labios, otros cuerpos, terminando así con la fidelidad absoluta.

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