jueves, 1 de noviembre de 2012

DEMASIADO PECAMINOSO

No podía dejar la escena del sofá fuera de esto.

Esa mañana entre despacio a tu habitación, seguías durmiendo, besé tu mejilla tibia y sonreíste, te apartaste y me dejaste entrar a tu cama, abriendo las mantas para que me acomodara; luego te giraste dándome la espalda y tu cuerpo quedó dentro de mis brazos, oliendo tu cabello, acariciando con el aliento tu oreja, mientras te pedía que despertaras, una mano tocando muy suave un seno tibio que cada vez subía más agitado, y la otra en tu pierna, dibujando círculos con un dedo; diciendo a tu oído tonterías que te causaban risa, comencé a morder tu oreja y a decirte lo mucho que me gustas, esas mejillas no me mienten, enseguida se ponen rojas y me avisan que estas lista para que baje a tu cuello, besando, soplando, mordiendo.
Te giraste quedando boca arriba y nos besamos, con la luz de tu ventana que no se apiadaba de nosotras, te quite el pijama con calma, teníamos todo el día para disfrutarnos.

Me quitaste la parte de arriba y nuestra piel entró en contacto, erizándose, pasamos un buen rato besando, sintiendo, jugando a acelerar y frenar; bajé poco a poco entre las mantas mientras mis manos te acariciaban el costado, mi garganta ronca te decía lo mucho que me gustas, y llegué al punto exacto, suspirando, aspirando, probando, quedándome con el sabor de tu piel, de todo lo que me entregaste más de una vez, gritabas pidiendo que no me detuviera y yo estaba frenando por no tener uno así, sólo al hacerte mía, sin necesidad de que me tocaras.

Luego de hacerte disfrutar me tomaste de la mano y caminamos así, desnudas y descalzas a mi habitación, y comenzamos de nuevo, esta vez tu escalando desde mis pies hasta mis ojos, desesperando todo lo que soy por que me hicieras tuya; te lo rogaba con palabras y solo sonreías, me pediste darme la vuelta y aunque disfruté esos besos por la espalda y los arañazos en las piernas necesitaba algo más. Finalmente cediste al ver que me empezaba a enfadar. Más de una vez me hiciste gritar tu nombre y decir que te amo.

Charlamos un rato y nos fuimos a la ducha, a prepararnos para salir y mostrarte Valencia después de tantos días de encierro en la habitación. Pero ver el agua caer en tu cuerpo, y tus manos en el mío poniendo espuma y acariciando nos hicieron caer de nuevo, hacerlo bajo la ducha, con tu cabello rizado aún con el agua y el mío corto, sin poder cubrir demasiado; tenía la boca roja de tanto besarte y tu marcas de las uñas. Me salí antes que tú y fui a vestirme; me puse sólo un sujetador negro y unas bragas negras, me detuve en la puerta secandome el pelo y cuando saliste del baño me miraste como si fuera la primera vez. Caminaste hacia mi y yo traté de jugar, de escapar diciendo que llevabamos prisa; pero tus besos por toda la casa terminaron como siempre, encendiendo.

Te cargué y te llevé al sofá, hicimos, por primera vez el amor hasta que dolió, no fue sólo sexo, fueron las palabras que lo acompañaban, el "te quiero solo para mi" "¿no vas a extrañar esto?" "te amo, serás solo mía"; la forma que descubrimos de hacerlo, terminamos empapadas en sudor, agitadas, enojadas, relajadas, yo lloré; si, no era sudor. Sabía que llevabas razón, sabía lo que quería y lloraba por no hablarlo, por no querer salir y disfrutarlo sin culpas, sin "el qué dirán", sin saber si era lesbiana, bisexual, si eras solo tu o habria mas mujeres que me hicieran sentir lo mismo.