jueves, 26 de enero de 2012

12. CONOCIENDO MI MUNDO


Las despedidas es mejor no alargarlas más de lo que debemos, es como un jarabe amargo que mientras más rápido se toma, mejor.

El regreso al D.F. fue tranquilo, sentada adelante y charlando con el chofer, viendo el amanecer, hablamos de mil historias, él iba emocionado preguntando como son los españoles, si de verdad fuman tantos puros y si son buenos con los extranjeros; y yo le cuestionaba sobre la república mexicana, su trabajo, las personas de cada estado.
Siempre que viajo por carretera procuro ir delante si es de madrugada o va a oscurecer, el cielo, ese cambio de color y luz es un regalo a la vista que no me canso de disfrutar y agradecer.

Luego de varias horas de camino, de unas panorámicas increíbles, una charla amena e interesante y dolor en el trasero por haber viajado la mayor parte del tiempo como niña sentada en el escalón del pasillo, nos despedimos, me invitó a desayunar, pero el momento había pasado, era hora de seguir. Tomé la maleta, acomodé la mochila y caminé hacia esa salida que tantas veces me ha visto cruzar. Compré un café y unas galletas, me senté sin prisa en el ojo del huracán, a ver el entorno, las despedidas, las bienvenidas, los llantos, los trabajadores de los locales, la gente encomendándose a la imagen de la Virgen de Guadalupe que está en el centro, los que buscan algo, los que van con prisas y los pocos que van relajados a esa hora de la mañana.

Después de asimilar, cambiar el chip y sentirme en casa, segura entre millones de personas, por las calles que conozco, me dirigí al metro, atascado de ruido, personas, vendedores, policías, portafolios, zapatos de tacón, estudiantes y niños pequeños. Hice el trasbordo, todo automático; saliendo del metro ya cansada de la mezcla de tantos perfumes y olores fui a buscar el otro autobús, una vez en mi sitio me acomodé, me puse los auriculares y dormí casi hasta la casa.

Al llegar, me saludaron como si me hubiera ido solo unas horas, al comentarlo la respuesta de mi padre fue: "¿qué quieres que te diga?, es mejor acostumbrarnos a que te veremos muy poco", y así es, las despedidas y bienvenidas en casa son cortas, cariñosas pero con el tiempo justo.

Te llamé para decir que había llegado bien, hablamos poco.
Ese día estuve en casa, con la familia, con mi abuelo que empeoraba cada vez más. Comenzamos a ver lo de tu boleto de avión, quien podría ir por ti a Madrid si no coincidían nuestros vuelos y yo pensando como sería tenerte bajo el mismo techo que mi marido.

Cuando fui por ti a la terminal de autobuses estuve poco antes de la hora, al verte bajar, con tus maletas, esa cara de nervios y buscándome entendí lo que sentiste al verme en el aeropuerto. Un abrazo largo de recibimiento, un beso que provocó la mirada de curiosos y caminamos hacia la salida, te pregunté si tenias hambre, sueño, si necesitabas algo; todo estaba bien, veías por primera vez mi ciudad tan querida y odiada. Charlamos de tu viaje, mientras bajito me decías que había muchísima gente en la estación y en el metro. Al abordar este ibas de frente a mi, y ver tus ojos escrutándolo todo, tenerte tan cerca y tan lejos me ponía nerviosa, me moví de forma que quedaras dándome la espalda, pero tenerte así era aún peor. Finalmente llegamos y seguías admirada por tantas personas caminando ensimismadas.

En el autobús nos tomamos de la mano, te recargaste en mi hombro mientras veías por la ventana parte de mi entorno. Al bajar y conocer mi barrio no es muy diferente al tuyo, te daba risa que me saludaran varias personas en la calle.
Llegamos a casa, y hechas las presentaciones te acompañé hasta la que sería tu habitación esos días. Apenas cerramos la puerta nos besamos, un abrazo con desesperación y muchos "te quiero" "te eche de menos" cada beso inundaba poco a poco el lugar. Me moría de ganas por estar contigo, pero no era el momento. Nos calmamos (con mucho esfuerzo) y dejé que te refrescaras mientras te esperaba en la sala.

Ese día no salimos muy lejos, sólo caminamos por el barrio, te mostré el ciber café de mi amigo, el deportivo donde iba a apostar y un par de casas; matando el tiempo hasta que llegara la noche. Te extrañó que en tu casa procuran esperarse, quedar a una hora para comer, y en la mía no es así, cada quien come cuando llega y puede, la cena si tratamos de hacerla juntos. Al decirle a mi madre que dormiría contigo no quería, alegando que no te dejaría descansar (contuve una sonrisa) y le dije que era por no despertarlos charlando hasta tarde, se quedó seria, pero me fui a tu habitación.

Cerré la puerta con seguro, estabas de pie con esa mirada que me corta la respiración, nos besamos lentamente, te dije que sólo estaría un rato en tu cuarto y te reíste pegando tu cuerpo al mío, trataba de controlarme quitando tus manos de mi cadera con suavidad, pero te aferraste bajándolas por detrás, al escuchar mi voz pidiendo que te detuvieras supiste que habías ganado la batalla, ahí estaba, suplicando que esa noche no con la voz ronca, y como siempre, me rendí, te cargué hasta la cama mientras seguías besándome y comenzamos lo que duraría toda la noche, una juerga de orgasmos, charlas, risas, besos y confesiones.

Cuando me hablan y estoy medio dormida, medio despierta respondo todas las preguntas sin darme cuenta, así es como mi padre sabía donde había estado al irme de fiesta, o mi madre si realmente había aprobado las materias; tú te enteraste después de unas noches juntas y también me preguntaste cosas, no recuerdo que, pero en ocasiones me besabas hasta despertarme diciendo que me querías, otras te enfadabas y me hablabas con seriedad; y sin duda mis favoritas eran cuando pedías más, acariciando mi pecho, el estómago o el cuello, alguna vez desperté pensando que era un sueño erótico contigo y era real, esas eran increíbles.

Soy reservada y muy distraída, demasiado, una tarde que salimos al centro comercial me decías que volteaban a verme, que llamaba la atención, te dije que era imposible, que soy muy normal, dijiste que es la forma de desenvolverme y que te alegrabas que fuera tan despistada. Será que después de viajar y adaptarme, al volver todo es más sencillo, sin complicaciones, en casa me transformo, es verdad.
Un día vimos a una amiga mía, con su novia, al presentarte sentiste celos de su mirada; te expliqué que jugábamos en el mismo equipo de baloncesto, que hace años tonteamos un poco sin nada serio, salimos con ellas esa tarde y al final te agradó.
Nunca te cuestioné sobre lo que pensaste de mí al verme mover en mi entorno, tampoco es que me causara insomnio saberlo, pero creo que pase la prueba.

Una noche antes de emprender el vuelo hablamos de lo que te encontrarías al llegar, aunque no fui del todo honesta contigo, te dije que mi marido y yo eramos mas amigos que pareja, y en parte era verdad, pero omití decirte que seguíamos besándonos y queriéndonos mucho. Callé muchas cosas que mas tarde nos hicieron daño, estabas molesta porque te dije que yo dormiría con él y mi vida en España sería como él la conocía. Discutimos y me dijiste enojada que me querías sólo para ti, que era solo tuya, yo me desesperé y te grité diciendo que eso lo hubieras pensado antes de estar con Anais. Terminamos agitadas, haciendo el amor de forma enérgica, fuerte, no llegamos al final, ya en calma y con cordura tu estabas con los labios rojos de tantos besos fuertes y mordidas y yo tenía el cuello con marcas de tus dientes. Estábamos agitadas, nerviosas, yo avergonzada por haberte sujetado las manos y besarte de esa forma, por hablarte así, por intentar hacerte mía no a la fuerza, pero si con urgencia. Te dije que hicieras lo que consideraras mejor para ti, todo esto a oscuras y sentada en la cama, te pedí disculpas y me dijiste que no lo hiciera, que tú querías hacer el amor también. Me vestí y salí de tu habitación.

Quien iba a decir que esa escena se repetiría mas de una vez y que no era por enojo, sino por las ganas de ti. De calmar la adicción.

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