viernes, 20 de enero de 2012

8. HASTA LA CAMISA


"Lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción" J. Sabina.

Esa tarde de verano era cálida, no había una sola nube, la zona donde vive Toño es segura, tranquila, poco transitada. La entrada me recuerda los fraccionamientos con la mitad de cemento y la otra con algo de césped, esos árboles enormes que hay en su calle... los echo de menos, con las hojas amarillas y crujientes en otoño que invitan a pisarlas.
Dentro de esa casa había muchos nervios, demasiadas ganas de todo y miedo de abrir lo que no se puede detener.

Tus ojos tenían un brillo que cegaba, me cohibía demasiado verte, a mi, que me pasé esos años presumiendo de control y seguridad; una mirada tuya sirvió para desarmar todo escudo posible. Al ver que te acercabas con tanta suavidad, con esa confianza y ansiedad me puse a temblar, no, simplemente no era posible que alguien ejerciera tal poder en otra persona.

Pensaba en como librarme de un beso que traería consecuencias a nuestras vidas, pero tú fuiste mas rápida, pasaste una mano por mi pelo y cerrando los ojos me besaste, sentir tus labios tan suaves, como muchas veces imaginé, ese beso esperado por años no decepcionaba en absoluto, tus labios finos y ágiles, los míos mas gruesos y temblorosos se acoplaron perfectamente; sentir tus dientes mordiendo con ansias mi boca hacía que mi respiración se tornara más profunda y agitada... me rendí, tomé tu cabeza con mis manos, perdiendo mis dedos entre tu cabello hasta que comenzaron a salir gemidos de nuestras gargantas y las manos bajaban descubriendo el cuello, siguiendo la linea de tu clavícula, todo el cuerpo me pedía más de ti.

Me separe con lentitud, y sonreiste al escuchar y descubrir que la voz me cambia cuando estoy excitada, se pone mas ronca y te hizo gracia, trate de controlarme y cambiar de tema. Fuimos a la habitación a deshacer la maleta. Eran dos camas individuales, las unimos quitando la mesilla de noche del centro y nos sentamos en ellas, mientras yo sacaba ropa tu me hablabas de los sitios que hay cerca; brincamos sin saber como al tema de la música, nos recostamos usando un auricular cada una.

Aunque la música era tema de conversación no dejaba de pensar en tu beso; aproveché la siguiente canción para decirte que quería besarte yo. Sonreíste diciendo que no necesitaba permiso, y así fue como Ornelas me acompañó mientras yo te miraba, acariciando tu cara con los ojos y siguiendo la linea con los dedos, conociendo tu rostro desde la frente hasta la barbilla, cerré tus ojos con mis manos, esas pestañas largas, la linea de tu nariz, pequeñita, las mejillas rojas y los labios entreabiertos; me temblaba el pulso al tocar tu boca, me acerque a oler tu cuello y te estremeciste, me perdí tocando tu cara con la punta de mi nariz, el tiempo se detuvo, puedo jurarlo, mientras mis pestañas te hacían cosquillas en las mejillas y sonreías me acerqué a tu boca y se escapó un gemido de tu garganta.

No te tocaba, solo estaba a milímetros de tus labios, robando tu aliento, con los ojos cerrados y desconectando de todo me perdí en ellos, con suavidad, rozando apenas, conociendo, sentí un movimiento y miré, eras tú cerrando las manos, podía ver tu pulso en el cuello, desesperado, me acerque nuevamente y te besé como nunca antes, en el suelo se quedaron los tabúes, los miedos, lo "correcto", el qué dirán. Estabas acostada y yo casi encima de ti, mordiendo tus labios, respirando mas rápido, perdiendo los dedos entre tu pelo y escuchando esos gemidos que me ponían a temblar y dijiste: "Quiero hacerte el amor, no puedo esperar más"...

No pude contenerme, bajé a tu cuello y empezamos a conocernos sin necesidad de palabras...

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