viernes, 20 de enero de 2012

7. TERCERA LLAMADA


Cuando se toma la decisión de vivir tan lejos de la familia estamos preparados para perdernos cumpleaños, nacimientos, graduaciones; pero nunca para un fallecimiento, por eso es mejor despedirse con las cosas en orden, la conciencia tranquila y con los "te quiero" entregados.

El camino a Madrid solo iba pensando en mi abuelo, no me interesaba mucho ver a Spiderman en la película del tren, fui a la cafetería y tomé un cortado imaginando que tan mal podría estar mi Papá Grande (así llaman en algunos lugares a los abuelos).
De nuevo en Barajas, rogando porque hubiera un hueco en el avión para mí, esta vez iba sola, así que las posibilidades eran mayores de que me llamaran. Maté el tiempo caminando por el aeropuerto, fumando en el cuarto ridículo que hay para ello, conocí personas como en otras ocasiones y me dormí sobre las maletas un rato.
Finalmente mi nombre en el mostrador, al esperar para abordar estaba Bunbury en la sala y la gente estaba emocionada, yo me limité a mirar y pensar como nos transformamos al ver a quien admiramos, y deseando encontrarme alguna vez así a Joaquinito.

El vuelo muy tranquilo, escuchando a John Lennon y leyendo a Sabina, dos maestros acompañando mi preocupación por saber como estaba realmente mi abuelo. Lloré de nuevo, recordando nuestros juegos, la manera en que me cuidaba, su amor incondicional, los meses que me perdí a su lado.
Llegué ansiosa por verlo, estaba mejor de lo que pensaba, me reconoció, charlamos y me tranquilice, aunque me sentía insegura sobre su salud, el siempre se mostraba fuerte y cariñoso, como siempre. Y toda esa situación me hizo pensar que no quería, no debía seguir con los hubiera guardados, así que te busqué.

Llamé a tu casa, te sorprendió ver el número de teléfono y escuchar mi voz. Te comenté el motivo por el que estaba en México y después de hablar un rato te dije que tomaría un vuelo a Guadalajara.
Preparé una maleta pequeña y tú el sitio para quedarme ese tiempo.
En el mostrador, al entregar mi boleto me pidieron el pasaporte, si!, se que suena ilógico que lo pidan viajando dentro de la república, pero lo hicieron, al no llevarlo me perdí el vuelo de la mañana hasta que mi madre me lo llevó, el siguiente vuelo salía a las 3 de la tarde; te llamé para decirte lo que pasaba. Recuerdo el nervio de tu voz traicionando y dejando al descubierto las ganas de vernos.

Al abordar me tocó ventanilla, el cielo estaba totalmente despejado y el avión casi vacío. Pensaba en ti, en lo mucho que tardé en tomar esa decisión, pero ya estaba de camino, no había marcha atrás. Escuchaba a Sting cantando "Shape of my heart" mientras tomaba un zumo de manzana y jugaba sin darme cuenta con un anillo.
Escuchar que estábamos por aterrizar me puso el corazón a latir con fuerza, no podía controlar el calor en la cara y sentirla sonrojada. Antes de bajar y buscarte entré a los servicios, me miré por última vez; llevaba unos vaqueros rotos por una pierna y la rodilla (mi abuela odia esa ropa "de moda") una camisa un poco ajustada color verde aceituna y debajo una camiseta negra, los botones de arriba desabrochados, dejando ver ligeramente un escote, el cabello suelto, ondulado y unos pendientes. Retoqué un poco el maquillaje poniendo color a las pestañas y brillo en los labios, me mojé un poco el pelo, tomé la mochila y la maleta y me dispuse a salir.

Caminé buscando, esperando encontrarte primero para poder verte de lejos; al llegar a una puerta de salida entro una corriente de aire, me giré y vi a Cuca, tu amigo, y a su lado otro chico, pero no a ti. Me acerque y apareciste, detrás de ellos, me viste antes que yo. Abrace a Cuca, me presentaste a Toño y después nos quedamos mirando, sin monitores, sin teléfonos; me acerque a darte dos besos pero tu me abrazaste, con fuerza, con tanta confianza, podía sentir tu respiración igual de agitada que la mía. Aunque nunca había estado entre tus brazos era como si los conociera de toda la vida.
La alegría del inicio se transformo en nostalgia, luego al sentir tu cuerpo cálido y ver lo perfectamente amoldado que estaba al mio sentí una necesidad imperiosa de pegarte mas a mi, pero no quería que lo notaras y, al ver que lo sabías te solté.
Ese abrazo dijo tanto sin necesidad de hablar, fue abrir la caja de Pandora.

Subimos a tu coche, Toño conducía y Cuca iba a su lado; detrás el nervio y las ganas, tu y yo. Trataba de poner atención al camino, de observar tu mundo, pero tu mano en mi rodilla me ponía a temblar, me preguntaste si tenía frío, te dije que si para disimular, pero me abrazaste y fue sentir un escalofrío mayor, no te miré a los ojos en el trayecto, recuerdas?. Si lo hacía terminaríamos besándonos y no era momento.
Llegamos a casa de Toño, me quedaría ahí esos días, me ayudaste con la maleta y entramos. Cuca y el dueño de la casa se bajaron antes; así que tu me mostraste mi habitación y todo lo demás mientras me tomabas de la mano; no puse mucha atención, pensaba en ti, en tu estatura, en el tamaño de tu mano, en lo bien que encajaba en las mías.

Nos sentamos en el sofá, frente a frente, yo hablaba del clima, del vuelo, de todo, estaba flotando y solo una pregunta rondaba mi mente: ¿Cómo es posible que una chica me haga sentir toda esta gama de sentimientos? De repente, paraste mi conversación, el tiempo, los sonidos y el mundo al acercarte y darme el primero de muchos besos.

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