martes, 31 de enero de 2012

14. TRES SON MULTITUD


La ausencia de tu cuerpo en mi colchón...

Al llegar a Valencia estaba esperando Cano, nos saludamos, fuimos a dejar mis maletas a casa de sus padres y regresamos por ti. Me dijo que venías en el siguiente tren. Yo estaba enojada, preocupada y nerviosa. Lo pase muy mal sin saber que ocurría contigo, pensando que habías perdido el vuelo, o si te habían robado, si seguías en Barajas. Cuando supe que estabas de camino me tranquilice pero por muy poco tiempo.

Estábamos de pie esperando que bajaras, tomados de la mano. Cuando te vi, los presenté y enseguida me fui contra ti:
-"¿En que estabas pensando para no avisar que estabas con Alex?"
-"Supongo que lo habrías estado pasando muy divertida como para olvidarte de llamar"
-"¿Tan ocupada estabas que no eras capaz de decir que estas bien?"
-""Sabes lo mal que lo pasé pensando que te había ocurrido algo?"
-"Ni pienses seguir siendo tan irresponsable mientras estés conmigo"
No dijiste nada, ibas callada camino a casa de los suegros.

Cuando llegamos te duchaste y mientras Cano me dijo que había olvidado decirme que llamaste, para decir que tu amiga fue por ti al aeropuerto, que pasarías esas horas con ella mientras salía tu tren.
Me enfadé entonces con él, por no decirme a tiempo las cosas y me sentí muy mal contigo después de todo el sermón que te solté.
Te pedí una disculpa, te explique las cosas y traté de compensarte con un abrazo y un beso; aunque no fue suficiente.

Los días posteriores fueron para adaptarnos los tres.
Él en su trabajo nuevo, más independiente, nuevas amistades, con menos de medio año de casados y recién mudados a esa casa.
Tú con el jet-lag, extrañando a tu familia y amigos y pensando más de una vez: "¿qué hago aquí?", viéndonos cuando no tenía que trabajar, a escondidas y compartiendome con él, hablando por las noches con las personas que quieres.
Y yo, con trabajo nuevo también, dividida, entre un marido que es una persona amable, buena, que sólo quería lo mejor para mí ; y contigo, mi parte fuerte, ardiente, secreta, confusa, sin la que no puedo estar.

La noche que llegamos, chateaste con Anais, te preguntaba que tal el viaje, como te encontrabas, si todo iba bien; no sé tus respuestas escritas, pero sabía que empezamos con mal pie, y que esto seguiría así el resto de tu estancia. Te pregunté años después si llegaste a pensar que estabas mejor con ella que conmigo, no respondiste.

Las peleas eran diario, por un lado tú me veías con Cano, que, aunque éramos como amigos no dejábamos de ser esposos, y, como tal, me pedía estar a su lado, tomarnos de la mano, sentarnos juntos en el sofá, cuidarle, atenderle, estar juntos como lo que éramos. Te dije antes de venir que ese fuego que tenía contigo no era con nadie más; y no mentí, pero callé que hacíamos vida de pareja normal.
Por otro lado estaba Anais, que seguías en contacto con ella; en una ocasión llamaron a casa varias veces, un par de días, se quedaban escuchando y no hablaban, sigo pensando que era ella porque antes y después de tu estancia no paso. Otra cosa que paso es que vi en el ordenador que habías hecho un test, tonto, si, sobre quien era tu mejor candidata para pareja, me habías puesto con ella; no recuerdo el resultado, pero me molesto y me dolió que tuvieras la idea de seguir con Anais.

No todo fue malo, cuando iba a tu habitación por las mañanas, te despertaba con besos hasta que te encendía lo suficiente para ir a mi cuarto y hacer el amor toda la mañana, en la camas, en la ducha, en el sofá, en los sillones; cualquier sitio era perfecto para hacerlo. No me cansaba de tenerte entre mis brazos.
Después de tener un orgasmo tras otro me da sueño y a ti te pasa lo contrario, te activa y quieres más, me quedaba adormilada contigo en mis brazos, comenzabas a besarme con suavidad los brazos, las manos y me acariciabas el pecho, hasta que empezabas a despertarme, mi respiración te decía cuando avanzar, tu mano entre mis piernas me hacía perder el sentido, me ponías realmente mal, y después de lograr lo que querías iba por ti. Muchas, demasiadas veces me frené al ver tu cara, tu voz diciendo que me detuviera y tu cuerpo pidiendo lo contrario.

Recuerdo esa tarde, conversando entre sábanas, tuve que levantarme al baño, y al volver te vi desnuda, boca abajo, con la luz muy tenue entrando por la ventana y un rayo de sol daba directamente a tu trasero, levantado, firme, a esa curva que me hace olvidar todo. Las sábanas blancas cubriendo tus piernas y tu cabello cayendo por la espalda, no pude evitarlo y te tomé una foto. Te dije lo perfecta que eres, lo que me impone tu cuerpo y que estaba completamente cegada por ti. Eso me trajo otra ronda de juegos en la cama.

Fueron muchas historias de alcoba en esos meses, de peleas, llanto, desesperación, coraje, dolor, pasión... Y ahora que las recuerdo, me doy cuenta de muchas cosas; más de las que pensaba.
Nunca te di el lugar que merecías porque lo hice todo mal, ¿cómo darte tu sitio si estabas en mi casa, con mi marido?. Tendría que haber terminado con esa relación desde que nos besamos por primera vez.
Y no me canso de decir que lo lamento, por hacer las cosas mal, pensando solo en tenerte sin medir las consecuencias que eso trajo; un divorcio, un amigo herido, una mujer lastimada, otra confundida, te culpé en un momento, pero solo me engañaba, la única responsable era yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario